Los neurólogos han descubierto que el cerebro comienza a
reorganizarse en la pubertad. Se trata de un tremendo alboroto que explica en
gran medida las actitudes de nuestros jovenes.
En 1955, la película de Nicholas Ray 'Rebelde sin causa'
creó un estereotipo que permanece en el imaginario colectivo: el adolescente
como figura indómita. En el film, Jimmy Stark – el eterno James Dean – era la
viva imagen del muchacho torturado. Desde entonces, esa etapa de la vida
marcada por la oposición a todo, entre otras cosas, ha sido estudiada a fondo.
Psicólogos y sociólogos investigan si su comportamiento obedece a un rito
social, se debe a un cúmulo de factores biológicos que se activan en un momento
dado o si se trata de una combinación de ambos. Aquí intentamos dar respuesta a
algunas cuestiones vitales que surgen entre los 11 y los 19 años de edad.
1. ¿Por qué están siempre molidos y comen como limas?
La sorprendente voracidad de los adolescentes responde a
razones biológicas: a medida que se alcanza la pubertad, aumenta la necesidad
de nutrientes, pues en esta etapa se crece rápidamente. Sin embargo, parecen
estar siempre cansados. Esta fatiga suele atribuirse a cambios hormonales,
problemas de adaptación y al sobreesfuerzo. Otra de las causas de este bajón
podría ser un retardo en el reloj biológico que controla los ritmos del sueño.
Según un equipo de investigadores australianos de la Universidad Tecnológica de
Swinburne, los púberes viven en un continuo desfase horario, lo que les hace
despertarse un par de horas antes de lo normal. Eso se traduce en falta de
energía y sensación de atontamiento.
2 ¿A qué se debe su cara de zombi?
La dificultad que tienen muchos adolescentes para dormir a
las horas más habituales tiene que ver con una modificación en el ritmo
circadiano. Según esta hipótesis, su reloj biológico se invierte con respecto a
la infancia y la madurez por lo que su cuerpo les pide dormirse y despertarse
más tarde. Un jet lag permanente.
Un estudio del Instituto Politécnico Rensselaer, en Berlín,
publicado en la revista Neuroendocrinology Letters ha desvelado uno de los
factores involucrados en esta alteración biológica: la falta de luz natural. En
un experimento, los científicos pidieron a unos voluntarios que utilizaran
durante varios días unas gafas especiales que evitaban la longitud de onda
corta o luz azul. Esa trampa implicó un retraso de 30 minutos de media en el
inicio del sueño. Estos expertos señalan que, al no recibir luz diurna, se
retrasa el inicio de producción de melatonina, una hormona que indica al cuerpo
la necesidad de dormir. Pues bien, la aparición de esta hormona se demoró seis
minutos por cada día que estuvo limitada la exposición a la luz azul. Las
conclusiones concuerdan con los datos de otros estudios que indican que el
mayor nivel de melatonina en los adolescentes se da a primera hora de la
mañana, cuando el resto de personas se despierta.
3. ¿Por qué nunca piensan las cosas?
Para los adultos, los quinceañeros parecen estar sumidos en
el caos. De su mente surgen ideas que no concuerdan con su personalidad y su
toma de decisiones parece basada en criterios incoherentes e inestables. Sin
embargo, un equipo de investigadores de la Universidad Temple de Filadelfia, en
EE UU, ha negado en la revista American Psychologist que el problema se deba a
su supuesta irracionalidad. Lo cierto es que los jóvenes de esta edad alcanzan
conclusiones del mismo modo que los adultos. Su problema es que carecen de las
habilidades sociales necesarias para mantener sus decisiones, no han adquirido
la suficiente capacidad de coordinación entre lo que piensan y lo que hacen. En
la investigación, realizada por franjas de edad, se llegó a la conclusión de
que su aptitud resolutiva alcanzaba pronto el nivel de cualquier adulto. Los
adolescentes demostraron ser capaces de optar de forma razonada ante dos
alternativas planteadas sobre distintos aspectos de su vida cotidiana, salud o
problemas legales. Pese a ello, se comprobó que la mayoría perdía esa capacidad
lógica en cuanto intervenían en el proceso sus amistades.
4. ¿Es verdad que no se concentran?
Muchas veces da la impresión de que el más mínimo estímulo
hace que un adolescente abandone cualquier actividad que sus padres consideran
importante. Según un estudio del Instituto de Neurociencia Cognitiva de la
University College, en Londres, en la adolescencia se mantiene parte de la
estructura cerebral de la niñez. Así, los sesos siguen realizando tareas
innecesarias incluso en el momento en que el sujeto debería estar centrado en
un solo asunto. Mediante escáneres de resonancia magnética, los investigadores
comprobaron que, cuando un joven intenta concentrarse en una tarea ignorando
los estímulos que puedan distraerle, presenta una gran actividad en el córtex
prefrontal, un área involucrada en la toma de decisiones cotidianas. Es decir,
a la vez que intenta enfocar su mente en un trabajo, está pensando en sus
problemas de pareja, discusiones con los amigos o sus estudios.
5. ¿Qué les seduce tanto de las drogas?
En esta ocasión, han sido unos científicos de la Universidad
de Yale los que han aportado datos relevantes sobre las bases fisiológicas de
otro fenómeno clásico de esta edad: la mayor vulnerabilidad a las adicciones.
La inmensa mayoría de las personas que dependen de sustancias como el tabaco,
el alcohol o la cocaína se han iniciado en su consumo durante la adolescencia.
La cuestión es si además de factores psicológicos, como la importancia que se
da a las opiniones de los amigos y al papel que el individuo tiene en el grupo,
existen detonantes biológicos que expliquen la propensión a fumar, beber o
drogarse.
Un estudio que ha aparecido en la revista American Journal
of Psychiatry sostiene que las zonas del cerebro que ejercen el autocontrol
sobre los impulsos no están totalmente formadas en la adolescencia. Por lo
tanto, la tendencia a la adicción no es solo un trastorno del comportamiento,
sino también un problema de desarrollo neuronal. Según los expertos de la
citada universidad, los grandes cambios bioquímicos que se producen en esta
etapa de la vida llevan a la persona a buscar nuevas experiencias sin que estén
listos los mecanismos fisiológicos de contención.
6. ¿Por qué son tan temerarios?
También hay una causa orgánica detrás de la conducta
imprudente que exhiben muchos adolescentes. Un estudio de la Universidad de
Texas, en Austin (EE UU), dirigido por el profesor de Psicología Cognitiva
Russell Poldrack determinó que en esta etapa vital tiene lugar una gran
actividad en el sistema mesolímbico, una región donde el neurotransmisor
predominante es la dopamina. Este mensajero químico está muy implicado en el
sistema de recompensa cerebral. Todas las experiencias placenteras naturales
-por ejemplo, provocadas por la comida o el sexo- y artificiales -inducidas por
las drogas- concurren con una liberación de dopamina. Cuanto más se activa el
sistema dopaminérgico, mayor es la sensación de euforia que se experimenta.
Por otra parte, la dopamina está más relacionada con la
expectativa del refuerzo que con la recompensa misma, es decir, se libera más
con el deseo que con la satisfacción que este produce. Las conductas de alto
riesgo, como hacer puenting o experimentar con drogas, son estimuladas por esta
sustancia. Y ello concuerda con la investigación de la Universidad de Texas,
según la cual los adolescentes liberan una gran cantidad de dopamina en
determinados momentos. Esto les hace proclives a ciertas actividades
arriesgadas de las que pueden arrepentirse cuando se reducen los niveles del
neurotransmisor.
7. ¿Por qué sufren cambios de humor repentinos?
Las alteraciones fisiológicas explican en buena medida por
qué los adolescentes suelen estar más malhumorados de lo habitual. Las descargas
de hormonas que se vierten en el organismo pueden producir transiciones rápidas
de tristeza a alegría o de amabilidad a furia. Pero hay otro factor que es
fundamental, según una reciente investigación de la organización Sleep Scotland
de Edimburgo (Escocia): la falta de sueño. Este colectivo ha detectado que los
cambios en el estado de ánimo se corresponden con épocas en que dormimos muy
pocas horas. En el caso de los púberes, se debe sobre todo a la gran cantidad
de tiempo que dedican por las noches a los videojuegos, a la televisión o a
internet. Esto propicia que muchos jóvenes solo duerman entre cuatro y cinco
horas al día, lo que influye de manera determinante en sus drásticos cambios
emocionales.
8. ¿Les importa mucho lo que opinen sus colegas?
La psicóloga Helen Jones Emmerich, de la Universidad del
Estado de Nueva York, en Stony Brook, constató científicamente algo que parecía
de sentido común: los adolescentes dependen más de la opinión de sus amigos que
de la de sus padres. Esta influencia se da sobre todo en temas como la manera
de vestir, los hábitos de diversión o la forma de resolver problemas escolares.
En asuntos como la elección de un empleo o la resolución de un conflicto moral
profundo tienen menos peso, pero el influjo de sus coetáneos sigue presente.
Según algunos investigadores, los adolescentes dependen
tanto del criterio ajeno porque a esa edad hay muchos factores psicológicos que
solo se optimizan cuando tienen un buen feedback de sus amigos. Por ejemplo, en
un estudio, los psiquiatras David Moreno, Estefanía Estévez, Sergio Murgui y
Gonzalo Musitu llegaban a la conclusión de que la reputación social del joven
explica en gran parte su mayor o menor sentimiento de soledad, autoestima y
satisfacción vital. Por otra parte, estos investigadores advierten que a estas
edades parece esencial satisfacer las expectativas del grupo de referencia, lo
que puede ser un factor positivo para determinados jóvenes, pero a la vez
promover su lado más violento y antisocial.
9. ¿A qué vienen tantos mensajitos de móvil?
Una investigación de la Universidad de Michigan y del
Proyecto Pew Internet & American Life ha revelado que los adolescentes
realizan la mayoría de sus comunicaciones a través de mensajes de texto, a
pesar del uso masivo del correo electrónico y el éxito de las redes sociales,
como Facebook o Twitter. El volumen es impresionante: unos 38 millones de
mensajes de Whatsapp por minuto. Las razones tienen que ver con un formato que
impone la brevedad -lo cual les gusta- y la difusión casi universal, ya que
prácticamente todo el mundo tiene móvil. El 89% de los adolescentes españoles
tienen al menos un dispositivo electrónico que les permite acceder a estas
aplicaciones de mensajería instantánea. El estudio encuentra, además, otro
factor que explica esta expansión: el sentido de privacidad. Los mensajes de
Whatsapp parecen notas secretas, lo que los convierte en el medio ideal para
mensajes íntimos. Sin embargo, hay un dato curioso que nos hace reflexionar
sobre el tipo de comunicación que se establece con los padres: en la mayoría de
los casos, para hablar con sus progenitores los adolescentes prefieren utilizar
llamadas de voz. ¿Quizás porque a ellos no les cuentan todos sus secretos?
10. ¿Por qué son tan susceptibles?
Los jóvenes son quisquillosos a la hora de aguantar bromas
sobre ciertos temas. Eso es algo que todo el mundo ha podido constatar gracias
a la cara que se le queda al adolescente cuando considera que ha sufrido una
broma de mal gusto. Pero a pocos investigadores se les había ocurrido
relacionar esta suspicacia con los cambios hormonales. El dermatólogo Sam
Shuster, del Norfolk and Norwich University Hospital, en el Reino Unido, tenía
la costumbre de pasear por la calle montado en un monociclo. Con el tiempo,
empezó a observar que las reacciones de los viandantes eran similares y
fácilmente agrupables por edad y sexo. Eso le llevó a pensar en que debía de
haber algún factor biológico subyacente, por lo que decidió realizar un
estudio. El resultado, que apareció en el British Medical Journal, avala la
hipótesis de que la descarga de andrógenos como la testosterona produce una
reacción más agresiva hacia lo chocante.
Las actitudes más violentas -por ejemplo, de peatones que
intentaban hacerle caer del monociclo- provenían casi siempre de niños de unos
11 años. Esta respuesta se canaliza con la edad y deriva en ataques verbales,
típicos de la adolescencia. Pero persiste esa tendencia bioquímica al rechazo
de cualquier acto que el joven considere una excentricidad de adultos. Es como si
hubiera una propensión a ofenderse cuando se considera que una persona madura
está haciendo el ridículo. ¿Vergüenza ajena, necesidad de situar a los padres
en su rol o simple falta de sentido del humor? ¡Quién sabe!
Luis Muiño (Muy Interesante)
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