(Diario de Navarra)
Los alumnos del colegio Larraona experimentan cómo es vivir una semana sin móvil
Laura Garrido García está acostumbrada a ver caras
somnolientas entre sus alumnos de la ESO cuando imparte clase de Lengua y
Literatura. Desde hace una década, es docente en el colegio Claret
Larraona, de Pamplona, y sabe que, en más de un caso, el teléfono móvil es
el culpable de la falta de sueño, cuando no de la tareas inacabadas o de
rendimientos escolares insuficientes.
No es la única profesora que observa cómo algún adolescente,
al menor descuido, echa mano al bolsillo para consultar de forma furtiva su
dispositivo. Su preocupación estalló un día cuando, de forma reiterada, los
estudiantes insistieron por enésima vez en que no tenían tiempo para hacer un
trabajo requerido. “Entonces, empecé a dar vueltas a la idea de hacerles ver
que tiempo tienen de sobra. Otra cuestión es cómo lo utilizan”, cuenta Garrido.
La educadora planteó a las dos clases de cuarto curso,
formadas por 52 chicos y chicas de 15 años de edad, la siguiente propuesta: “Si
estáis una semana sin móvil y sin otras tecnologías, como ‘la
play’ y las tablets, tendréis un punto más en la segunda evaluación. Me
entregaréis el móvil y yo lo guardaré. Es totalmente voluntario. Pensadlo”. Era
mediados de enero.
Garrido seleccionó el último curso de la ESO porque, a esa
edad, el uso de los móviles está generalizado. En Navarra, el 94% de
los jóvenes de 15 años disponen de móvil, según una encuesta
correspondiente a 2019 del Instituto Nacional de Estadística (INE). Sin entrar
en problemas muy graves como el ciberacoso, lo cierto es que proliferan los
estudios que alertan de que un abuso del móvil está directamente relacionado
con dificultades para concentrarse, con fracaso escolar, con trastornos
mentales como el estrés y la ansiedad, así como con problemas físicos, como el
incremento de la llamada ‘obesidad digital’ por un exceso de sedentarismo
debido a las pantallas.
MEDIA DE 4 HORAS AL DÍA
La respuesta de los alumnos fue “inesperada” para la
profesora. De 52 jóvenes, 41 aceptaron, 8 se negaron y una alumna no participó
por estar enferma. “No esperaba tan buena acogida. La mayoría se lo tomó como un
reto personal que hacían todos juntos. El incentivo del punto también
les atrajo, pero si se piensa bien, tampoco condiciona mucho una nota final”,
valora la profesora.
Que los alumnos reflexionaran, que ellos solos sacaran sus
conclusiones, era uno de los dos grandes objetivos de la iniciativa. El segundo
interés de la profesora era que escribieran “y que lo hicieran desde un punto
de vista íntimo y personal”. De ahí, se derivó una de las obligaciones del
acuerdo que, literalmente, plasmaron por escrito y firmaron los alumnos y su
profesora: cada día debían escribir un diario con sus emociones, ideas y
experiencias de estar sin móvil. “Además, al final de la semana, debían
redactar una reflexión final, un ensayo narrativo”.
El experimento, bautizado por alguno como ‘desintoxicación
digital’ se realizó entre los días 4 y 11 de febrero. Los días previos se
llevaron a cabo unos preparativos. Los estudiantes rellenaron un cuestionario
para medir su ‘enganche’ y poner cifras a su consumo de móvil.
HONESTIDAD
“En todo momento recalqué que la participación era
voluntaria y que debían hacerlo desde la honestidad. Que no iba a cuestionar si
me decían la verdad o no. Que lo esencial era su compromiso, que no se
engañaran a ellos mismos, porque solo he buscado que reflexionen, que analicen
su relación con los dispositivos. Nunca juzgar ni a ellos ni a sus familias. No
estoy para eso. Mi papel como educadora es dotarles de herramientas para que se
manejen lo mejor posible en la vida”, indica la docente.
El resultado de la consulta sobre el uso de
tecnología digital fue revelador de los patrones adictivos que
presentan las nuevas generaciones con las pantallas. “Superan con creces las
dos horas al día que algunos expertos recomiendan. En una de las clases
salieron, de media, cuatro horas al día y, en la otra, cuatro horas y media. Lo
alarmante es que algunos están en seis y siete horas al día. Eso quita horas de
trabajo, de sueño, de vida. No me sorprendí yo sola. Ellos se sorprendieron
igual o más”.
OBSERVACIÓN DE LOS PADRES
La docente hizo partícipes a los padres de la propuesta. En
un correo electrónico, les detalló las ideas clave del proyecto y sus retos.
“Les pedí que, sobre todo, observaran a sus hijos , que podían ver la
televisión siempre que fuera en familia y que podían utilizar un ordenador o
tablet para consultas puntuales y limitadas de trabajos escolares. Les pedí
que, pasada la semana, me escribieran contándome qué cambios habían detectado”.
Si la acogida de los hijos fue casi absoluta, la de los
padres fue categóricamente unánime. “Me han escrito creo que todos y coinciden
en decirme que están encantados con la iniciativa”, agrega satisfecha.
"Se han dado cuenta de que son ellos quienes tienen que
ponerse límites"
Ella también estuvo sin móvil. “Ha sido una semana en la que
hemos sido, de alguna manera, más cómplices. Estábamos en lo mismo y eso ha
sido muy gratificante por las confesiones que me han hecho”.
Una vez examinados los cuadernos de bitácora con las
aventuras y desventuras de los alumnos, con sus ‘crisis’ de conexión y sus
logros, la profesora considera que ha merecido la pena. “Sé que alguno que otro
ha tenido tentaciones, pero eso no cambia el resultado final: se han dado
cuenta de que son ellos quienes tienen que ponerse límites y
de que tienen tiempo de sobra para hacer muchas más cosas de las que hacen
si gestionan bien el móvil”.
MADRID Y GALICIA
En este centro de Pamplona, al igual que en la gran mayoría
de colegios e institutos de la Comunidad foral de Navarra, no se permite el uso
del móvil durante las horas de clase, salvo excepciones, en las que algún
docente los autorizarlos para desarrollar una tarea pedagógica concreta. A
nivel de comunidad autónoma, Navarra no dispone de regulación normativa
sobre el uso de móviles en los centros escolares.
Que la decisión de prohibirlos en los centros se delegue en
los consejos escolares es algo que ocurre, en general, en casi todas las
comunidades autónomas. No obstante, hay excepciones, como en Galicia y Castilla
La Mancha, donde los gobiernos han prohibido los ‘smartphones’ en las escuelas
e institutos de estas comunidades. Y Madrid se suma el curso que viene.
Miguel Lasarte Vivas, alumno:
“Las 6 horas al día que lo
usaba puedo reducirlas a dos”
Antes de entregar el móvil. “Mi primer móvil lo tuve
a los 11 años. Todavía no tenía ni tarjeta. Era solo para juegos y me sentía
súper importante. Desde entonces, he tenido varios. ¡He roto tantos! Siete o
así. Ahora tengo un Huawei Psmart, que me compraron por mi cumpleaños en
septiembre del año pasado”, contaba el día que iba a dar su teléfono Mikel
Lasarte Vivas, de 15 años. Es el pequeño de dos hermanos, su factura de móvil
asciende a 19 euros al mes y, al preguntarle si deja a sus padres
‘inspeccionar’ su móvil, respondía: “Pueden, pero vamos yo probablemente no les
dejaría coger mi móvil casi nunca”.
Mikel no se había parado a contar las horas que pasa con el
móvil hasta la propuesta de la profesora. “Me salieron seis horas y media al
día. ¡Fatal! No pensaba tantas ni por asomo. Me sorprendí a mí mismo, así que
creo que lo llevaré mal, pero trataré de ser honesto”.
Después de recoger el móvil. “El primer día pensé: ¿Qué voy a hacer sin móvil? Te das cuenta de que lo usas para todo: para la hora, para la alarma, para ver series, para preguntra la tarea... Estaba como perdido. No sabía cómo lo iba a sustituir. Es duro pero se puede. Me he levantado con un despertador y he utilizado el teléfono fijo, que no lo usaba desde hace cuatro años o más. ¿Y la tarea? He apuntado todo. Tengo la agenda ‘petada”, contaba Mikel una semana después.
En su caso, confiesa que ha aprovechado para ensayar más con el piano, ya que con el móvil no practica tanto “por pereza”, así como para conversar con sus padres. “Estaban encantados. Entraban a la habitación y me veían sin el móvil”.
Después de recoger el móvil. “El primer día pensé: ¿Qué voy a hacer sin móvil? Te das cuenta de que lo usas para todo: para la hora, para la alarma, para ver series, para preguntra la tarea... Estaba como perdido. No sabía cómo lo iba a sustituir. Es duro pero se puede. Me he levantado con un despertador y he utilizado el teléfono fijo, que no lo usaba desde hace cuatro años o más. ¿Y la tarea? He apuntado todo. Tengo la agenda ‘petada”, contaba Mikel una semana después.
En su caso, confiesa que ha aprovechado para ensayar más con el piano, ya que con el móvil no practica tanto “por pereza”, así como para conversar con sus padres. “Estaban encantados. Entraban a la habitación y me veían sin el móvil”.
Para este joven que, confiesa ha utilizado “ un día” un
ordenador para ver algún capítulo de su serie favorita, la experiencia le ha
dejado el siguiente aprendizaje: “El móvil no es tan importante como nos
parece, aunque tiene sus ventajas. Creo que las seis horas que lo usaba las
puedo reducir a dos”.
Natalia Cabrero Jiménez, alumna:
“Los últimos días ya no lo
buscaba al despertarme”
Antes de entregar el móvil. Natalia Cabrero Jiménez,
de 15 años, es el pequeña de dos chicas y aceptó el reto de estar sin su Iphone
6S una semana. “En el registro de horas que hice de cara a este experimento me
salieron unas siete horas al día. ¡Vamos! Que necesitaba dejarlo un poco de
lado y a ver si eso me ayudaba a mejorar en los estudios, aunque no voy mal”,
contaba el día de la entrega. “ Lo uso sobre todo para redes sociales. Tengo
unos 900 seguidores en Instagram, pero no les he dicho nada. Intentaré
sobrellevar la semana con el correo electrónico y con teléfono fijo. Vamos a
estar las ocho amigas sin móvil y tendremos que hablar por el fijo, que solo lo
uso para recibir promociones y para hablar con la abuela, aunque hasta ella
empieza a usar el WhatsApp”.
Después de recoger el móvil. “He tenido ‘mono’ de móvil. Iba al baño, a desayunar, a cenar y era como que lo necesitaba. Poco a poco, me he ido acostumbrando y los dos últimos días ya no me despertaba y buscaba el móvil de forma instintiva”, comentaba Natalia cuando recuperó su dispositivo.
Después de recoger el móvil. “He tenido ‘mono’ de móvil. Iba al baño, a desayunar, a cenar y era como que lo necesitaba. Poco a poco, me he ido acostumbrando y los dos últimos días ya no me despertaba y buscaba el móvil de forma instintiva”, comentaba Natalia cuando recuperó su dispositivo.
La joven ha utilizado su tiempo para empezar a leer el libro
‘Reina Roja’, aunque no lo ha terminado. Jugadora de baloncesto, entre sus
propósitos figura el no llevar el móvil a los entrenamientos. “Me he dado
cuenta de que, como no estoy pendiente de mis cosas, me lo pueden quitar. He
visto que puedo prescindir de él y ya no lo llevaré”, agregaba.
La conversación con sus padres, asegura, también ha sido más
fluida. “Suelo hablar, pero mi padre, sobre todo, es mucho de que no esté con
el móvil y les cuente mis cosas del día a día. ¡Ha estado contento!”.
Entre las reflexiones de Natalia en la semana sin móvil ocupa un lugar destacado las relaciones personales: “Un mal uso del móvil te puede hacer daño porque te aparta de la familia y de los amigos”.
Entre las reflexiones de Natalia en la semana sin móvil ocupa un lugar destacado las relaciones personales: “Un mal uso del móvil te puede hacer daño porque te aparta de la familia y de los amigos”.
María Echeverría Lafuente, alumna:
“Mi propósito es no
mirarlo cuando esté con las amigas”
Antes de entregar el móvil. “Pensé que no iba a poder
estar sin móvil, pero me animé. Oyes a los mayores decir que hace años no había
móvil y pensé que estaría bien saber qué es aburrirme de verdad”. María
Echeverría Lafuente hablaba así el martes 4 de febrero, con su Iphone S6 Plus a
punto de ser requisado, su tercer móvil (el primero lo tuvo a los 12 años).
Confesaba un uso de tres horas y media al día, sobre todo para Instagram.
“Intentaré estudiar más tiempo. Me preocupa el momento de terminar la tarea y
no tener el móvil. Y me da pena que voy a tener que dejar los ‘streaks’ de Snapchat,
que son una especie de fueguitos que te salen cuando mandas a tus amigos una
foto, pero tienes que mandar una todos los días porque si no los pierdes. No es
para nada, pero lo tienes interiorizado. He llegado a tener 300 ‘streaks’, que
es casi un año mandando todos los días una foto”.
Después de recuperar el móvil. “Ha sido la semana bastante rara. Me ha cundido el tiempo. He empezado a leer ‘Ofrenda a la tormenta’ de Dolores Redondo porque vi la película y lo tenía pendiente”, contaba el 11 de febrero, nada más coger de nuevo el dispositivo. “He sido legal. Lo he echado de menos para ponerme música mientras hacía la tarea. Me he dado muchos paseos. He salido a la calle, ha sido lo mejor, porque me frustraba mucho no tener móvil”, apunta. “De la experiencia me quedo con que parece que no perdemos el tiempo, pero sí que se pierde. Y mucho. Mi propósito es no usarlo cuando esté con mis amigas”, decía. En cuanto a sus padres lo tenía claro: “Mi padre, cuando vaya a casa, va a decir: ‘¡Gaitas, otra vez el móvil!”.
Después de recuperar el móvil. “Ha sido la semana bastante rara. Me ha cundido el tiempo. He empezado a leer ‘Ofrenda a la tormenta’ de Dolores Redondo porque vi la película y lo tenía pendiente”, contaba el 11 de febrero, nada más coger de nuevo el dispositivo. “He sido legal. Lo he echado de menos para ponerme música mientras hacía la tarea. Me he dado muchos paseos. He salido a la calle, ha sido lo mejor, porque me frustraba mucho no tener móvil”, apunta. “De la experiencia me quedo con que parece que no perdemos el tiempo, pero sí que se pierde. Y mucho. Mi propósito es no usarlo cuando esté con mis amigas”, decía. En cuanto a sus padres lo tenía claro: “Mi padre, cuando vaya a casa, va a decir: ‘¡Gaitas, otra vez el móvil!”.
Serafín Ventoso Sanz, padre:
“Me preocupa la presencia
continua del móvil en casa”
Valoración. Serafín Ventoso Sanz, al igual que tantos
y tantos padres de adolescentes, suele llamar a sus hijos a comer o cenar y
recibir como respuesta un ‘ya voy’ que, en realidad, se convierte en cinco
minutos, cuando no en un pequeño rifirafe familiar. Consultor informático, de
50 años, cuenta que recibió con “enorme interés” la iniciativa del colegio
“porque está en línea con mi pensamiento”. “Era poner en evidencia ante los
padres y los hijos que un uso inapropiado del móvil genera una
cuasidependencia, unos patrones similares a una especie de ludopatía”, indica
este padre.
Serafín aconseja a sus tres hijos (Miguel es el alumno que
ha estado una semana sin móvil) que tengan autocontrol, que “pauten” su uso y
que saquen el dispositivo de la habitación cuando realicen tareas de estudio.
“No digo que no lo utilicen, pero que sea una herramienta de ocio y una fuente
de consulta, que no sea el centro de sus actividad”.
Considera que el éxito de la experiencia de estar sin móvil radica en que parte
del propio colegio. “A los padres, aisladamente, nos resulta difícil porque
podemos estar predicando en el desierto, pero al venir del colegio, se le da
más entidad a la iniciativa, incluso de cara a los chavales”.
Sobre el comportamiento de su hijo Miguel durante los siete
días sin móvil, este padre expone que le ha agradado que realice las tareas
“sin la tentación de las notificaciones del móvil”. “Ha sido una semana distinta
porque, de entrada, la dinámica era diferente todos los días: no se levantaba
y lo primero que hacía era mirar el móvil”.
Considera que la comunicación familiar se resiente con la
presencia del dispositivo. “No es que no haya comunicación, pero sin el móvil
tengo la sensación de que todo es más sencillo. El móvil es un elemento
disruptivo, que perturba. En ausencia de móvil, todo va más sencillo, como
cuando le he llevado a Huarte, donde hace deporte varios días a la semana, y he
hablado más con él en el trayecto en el coche”.
Para Serafín la iniciativa debería quizá involucrar todavía
más a los padres, ya que opina que, en una nueva edición, los progenitores
prescindan del móvil esa semana. “Me preocupa esa presencia continua del móvil
en casa, porque no aporta. Lo mejor es que ellos han percibido que se distraen
menos”.
María Jesús López Azpilicueta, madre:
“He disfrutado porque
mi hijo ha estado presente”
Valoración. “Hemos disfrutado mucho de esa semana sin
móvil porque hemos tenido a nuestro hijo más presente”. Con estas palabras
resume su balance de la semana sin móvil una de las madres de los alumnos de
Claret Larraona, María Jesús López Azpilicueta, de 49 años. Secretaria en un
empresa, María Jesús tiene tres hijos de 21, 19 y 15 años, por lo que conoce
bien la dependencia del móvil de las nuevas generaciones.
El pequeño, Adrián, es el que se sumó al reto. “Me agradó
que mi hijo, de forma voluntaria, quisiera tener esa experiencia. Yo no soy
mucho de móvil, así que la iniciativa me pareció muy interesante y educativa
porque estaba bien planteada: era voluntaria y buscaba que ellos reflexionaran
”, valora.
La madre cuenta que Adrián, el día anterior a dejar el móvil
en el colegio, “lo exprimió al máximo”. Una vez entregado, los padres empezaron
a notar algunos cambios en su comportamiento. “Hacía las tareas antes, de forma
más concentrado. Incluso se dedicó a ordenar la habitación. Esta semana ha
tenido todo mucho más recogido. Comentábamos en casa que el móvil te quita
tanto tiempo que no nos permite disfrutar de pequeñas cosas, como una charla
con tranquilidad, sin que esté el móvil ”, comenta María Jesús López.
La desaparición del móvil en la vida de su hijo, Adrián,
asegura que ha favorecido la convivencia. “Ha sido más fácil, más agradable
porque se ha relacionado más con sus hermanos y con nosotros. Y eso es
gratificante”, agrega.
Una de las situaciones que a esta madre le da “pena” es que,
cuando llega la hora de cenar, estén pegado al móvil en la mesa y haya que
llamarles la atención para que lo dejen. “En general, me da mucha pena ver a
los jóvenes ahora que su primera opción de ocio sea el móvil. No puede ser. El
móvil es una ayuda, y tiene sus ventajas, pero no puede ser el centro”.
Entre los distintos momentos vividos con su hijo en esa
semana se queda con un recuerdo: el viaje que hizo el matrimonio con Adrián al
pueblo, Lezaun, sin los otros hermanos que se quedaron en Pamplona. “Fuimos
hablando de los pueblos por lo que pasábamos. Es que él veía el paisaje. Se
fijaba en las cosas que nos rodean. Fue un viaje diferente. ¡Me encantó!”.
La reflexión final del alumno Martín Tajadura García:
“Me
declaro un hombre libre”
Los alumnos, tras la semana sin móvil en la que escribían un
diario, debían redactar una reflexión final. Entre todas, destaca la de Martín
Tajadura García (4º B):
“Ha pasado ya la temida semana sin móvil y sigo vivo. El
lunes sigue precediendo al martes, el agua de la lluvia sigue mojando y la
Tierra sigue girando alrededor del Sol. Mi vida no se ha colapsado, mis amigos
y familiares siguen estando a mi lado, y he logrado sobrevivir sin secuelas.
Bueno, para ser sincero, en mi vida sí que se ha producido algún cambio, al que
no sé si denominar ‘efecto de la desconexión’. Y es que resulta que, durante
este tiempo sin móvil, he hecho un gran descubrimiento en mi propia casa. Hace
una semana, cuando aún tenía en mi bolsillo ese frío objeto que te conecta a un
mundo paralelo, en la habitación contigua a la mía vivía mi hermano pequeño:
“el enano”. Y una semana después, para mi sorpresa, resulta que en la
habitación de al lado vive un amigo con el que puedo compartir ratos que no
están nada mal.
Yo sabía que estaba pendiente del móvil, lo que no sabía era
que el móvil me hacía no estar pendiente de mi familia. ¿En qué momento mi
hermano ha dejado de jugar con ‘Gormitis’? ¿Desde cuándo el coche de mi madre
tiene radio? Tengo la extraña sensación de que llevo bastante tiempo sin
enterarme de pequeñas cosas que han ocurrido a mi alrededor. ¿Tanto me evado
con el móvil ? Todo esto me preocupa y mucho. No quiero perderme nada de lo que
ocurra a mi alrededor y, por lo visto, lo estoy haciendo. Parece ser que este
aparato que me conecta con un mundo virtual me desconecta del mundo real. Y
cuando lleguen los problemas, ese mundo virtual no me va a dar soluciones. En
esos momentos serán las personas reales las que arrimen el hombro.
"Mi móvil me hace preso y me resta libertad. Por todos estos
motivos me hago a mí mismo la promesa de no dejar que la tecnología me maneje
como si fuera una marioneta"
Llegados a este punto me planteo si el móvil me suma o me
resta. Y no solo el móvil, porque si soy sincero mi dependencia virtual también
incluye el ordenador, la tablet, Neflix... (...) Mi pregunta es: ¿soy capaz de
usar la tecnología con cabeza? ¿Sé poner límites en el tiempo de uso? Jamás me
he planteado fumar o beber porque no quiero que mi cuerpo dependa de ninguna
sustancia. Me gusta ser independiente y me gusta valerme por mí mismo para
conseguir mis objetivos. No quiero depende de nada ni de nadie. Después de esta
semana me planteo si soy tan libre como creía. Mi cuerpo, mi cabeza y mi
bienestar están en manos de un dispositivo electrónico.
Ha sido una semana dura, he pasado por una montaña rusa de
emociones. He estado enfado conmigo mismo, primero por haber entregado el móvil
y segundo, por darme cuenta de que no tenerlo me provoca malestar, ansiedad y
mal humor. Ha sido una semana diferente. He hecho cosas que jamás hubiera hecho
de tener el móvil. He jugado al fútbol en la terraza con mi hermano, he visto
una película en familia, he jugado al Monopoly, he descubierto que un placer de
la vida puede ser leer un libro antes de ir a dormir. Y lo más importante: mi
hermano ha dejado de ser “el enano” para ser Adrián.
(...) Llego a la conclusión de que el móvil tiene algo que
lo hace adictivo. El problema está en que esa adicción está socialmente
aceptada y no es perceptible como lo pueda ser la adicción al alcohol o las
drogas. Todos nos llevaríamos las manos a la cabeza si viéramos a una madre dar
una calada de su cigarrillo a un niño de dos años pero todos normalizamos el
hecho de dar un móvil a un niño para que se entretenga jugando (..) Mi móvil me
hace preso y me resta libertad. Por todos estos motivos me hago a mí mismo la
promesa de no dejar que la tecnología me maneje como si fuera una marioneta.
Hoy me declaro un hombre libre capaz de usar la tecnología en su justa medida y
capaz de no dejar pasar cosas tan importantes como tener un amigo en la
habitación de al lado”.
Los cambios más señalados por los alumnos
En el ‘experimento’ realizado de manera voluntaria por los 41 alumnos de Claret Larraona de 4º de la ESO han sido ellos mismos, al mismo tiempo, los ‘cobayas’ y los ‘científicos’. Las conclusiones más habituales de qué supone vivir sin el móvil adosado a la mano, según han contado a la profesora Laura Garrido, son:
Levantar la vista. “Algo tan simple como mirar a alguien a la cara cuando te habla, ver el paisaje e interesarse por ver su alrededor. Es algo muy destacado por casi todos”.
Más y mejor descanso. “La mayoría te dicen que, como no sabían qué hacer sin móvil, se han echado siesta algún que otro día y que han dormido más y mejor”.
Conocerse a uno mismo. “Algunos, cuando se aburrían, reflexionaba sobre ellos, pensaban en qué les gusta hacer, en sus sentimientos y profundizaba en los temas que les rondan por la cabeza. En general, han tenido tiempo para pensar”.
Diálogo con los padres. “Han conversado más con ellos y lo cuentan abiertamente. Incluso muchos destacan el haber hecho actividades juntos que, antes, no hacían. O han preparado la cena o les han acompañado a comprar”.
El ocio, más libros y deporte. “Muchos, sobre todo chicas, han empezado a leer libros y los chicos, en general, han hecho más deporte, pero hay de todo”.
Han sido más previsores. “Se apuntaban los números de teléfonos fijos para quedar con los amigos. Algunos no habían marcado nunca un teléfono fijo. Y tenían que ser más previsores para quedar con ellos o con sus padres cuando les iban a recoger. Se ponía una hora y no se podía cambiar”.
La tarea en menos tiempo. “Muchos se sienten como que han aprovechado el tiempo. Emplean mucho esa frase, porque han realizado la tarea de forma más concentrada, en menos tiempo y han estudiado más”.
Momentos de frustración. “ Algunos lo han pasado mal en algunos momentos por no tener el móvil. Se han sentido frustrados y han buscado fórmulas de conexión con los hermanos o amigos, pero eso también forma parte del aprendizaje. Algunos han reconocido tener cargo de conciencia por ello”.
En el ‘experimento’ realizado de manera voluntaria por los 41 alumnos de Claret Larraona de 4º de la ESO han sido ellos mismos, al mismo tiempo, los ‘cobayas’ y los ‘científicos’. Las conclusiones más habituales de qué supone vivir sin el móvil adosado a la mano, según han contado a la profesora Laura Garrido, son:
Levantar la vista. “Algo tan simple como mirar a alguien a la cara cuando te habla, ver el paisaje e interesarse por ver su alrededor. Es algo muy destacado por casi todos”.
Más y mejor descanso. “La mayoría te dicen que, como no sabían qué hacer sin móvil, se han echado siesta algún que otro día y que han dormido más y mejor”.
Conocerse a uno mismo. “Algunos, cuando se aburrían, reflexionaba sobre ellos, pensaban en qué les gusta hacer, en sus sentimientos y profundizaba en los temas que les rondan por la cabeza. En general, han tenido tiempo para pensar”.
Diálogo con los padres. “Han conversado más con ellos y lo cuentan abiertamente. Incluso muchos destacan el haber hecho actividades juntos que, antes, no hacían. O han preparado la cena o les han acompañado a comprar”.
El ocio, más libros y deporte. “Muchos, sobre todo chicas, han empezado a leer libros y los chicos, en general, han hecho más deporte, pero hay de todo”.
Han sido más previsores. “Se apuntaban los números de teléfonos fijos para quedar con los amigos. Algunos no habían marcado nunca un teléfono fijo. Y tenían que ser más previsores para quedar con ellos o con sus padres cuando les iban a recoger. Se ponía una hora y no se podía cambiar”.
La tarea en menos tiempo. “Muchos se sienten como que han aprovechado el tiempo. Emplean mucho esa frase, porque han realizado la tarea de forma más concentrada, en menos tiempo y han estudiado más”.
Momentos de frustración. “ Algunos lo han pasado mal en algunos momentos por no tener el móvil. Se han sentido frustrados y han buscado fórmulas de conexión con los hermanos o amigos, pero eso también forma parte del aprendizaje. Algunos han reconocido tener cargo de conciencia por ello”.
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